Sufre
porque
hijas e hijos
han sido asesinados,
en Ciudad Juárez,
La Llorona
(Doliente Madre).
José Vicente Anaya
a Johana Rascón, estos poemas que me trajo el viento
1
En la noche se escapa la llorona
y se escuchan sus lamentos.
She cries
en las calles
del barrio
en los rincones de las casas a medio caer,
en las calles más jodidas de esta triste ciudad,
en lotes baldíos,
llanos, montañas
y desiertos
Camina arrastrando la arena en los pies
mientras sostiene entre sus manos una rosa vítrea
que la corta la piel, la garganta y la voz
para ofrecérsela a la virgen.
Y decirle
te ofrezco mi corazón rojo y sangrante, madrecita;
para luego bautizar con su sangre
los cuerpos sin nombrar
que se esconden
en el olvido.
2
Una bala corta el aliento.
Aquí la historia se escribe
a punta de balazos.
La memoria la guarda una bala
que rompe los vidrios
of the windows, crash,
se quiebran
y crujen
como los huesos.
La memoria la guarda una bala
que traza una ruta
de la mano asesina
a un cuerpo
tendido en el suelo.
3
Los casquillos
de las balas
han dejado un rastro
para que la llorona
no olvide el camino
y noche con noche
lo vuelva a recorrer
.
.
.
.
.
.
.
.
.
4
El viento se lleva la arena
para cegar a los habitantes
de la gran ciudad gris
mientras
a lo lejos
se escucha una voz.
Por eso la llorona
clama por sus hijos y sus hijas
y recorre las calles y cada solar baldío.
Lugares donde la historia
se repite como el eco:
el andar de la llorona,
los balazos,
el llanto,
los gritos.
5
En las calles las madres lloran
cuentas de un precioso rosario de cristal
con el que han de rezar por su alma,
por el perdón de los pecados
y por el eterno descanso.
Recitan de memoria
la letanía de las balas.
Sueltan las palabras una tras otra,
que resuenan y repiten el eco del eco.
Si ya la sacaste, truénala,
pull the trigger and shoot.
Y la pistola suena recio
para que la sangre corra recio.
Igual no importa porque aquí
la sangre ya no tiñe nada.
Todo es rojo:
roja la frontera,
roja la patria muerta,
roja la arena del desierto,
roja la luna,
roja la tarde,
roja el agua del río Bravo,
roja la tuna más roja
del nopal más viejo
y roja la piel bajo los párpados.
6
La llorona no podrá ahogar sus penas en los ríos
porque aquí no hay ríos,
sino que hay llanuras amarillas,
montañas rojas que rompen el cielo,
ciudades grises y dunas blanquísimas.
Y allá, más allá, donde sí hay agua,
podría ahogarse por la fuerza
con la que corre el llanto.
7
Sin embargo, cansada ya de respirar tanto polvo, pólvora y ceniza,
enuncia las penas: las pocas palabras que quedan ante la muerte.
Recuerda los viejos rituales
ya trastocados por el tiempo.
Ahora se colocan dos balas de plata sobre los ojos
y una bala bajo la lengua para cruzar al otro lado.
Hay que caminar
to the other side, witch.
8
El peso del plomo
es el mismo que el de la plata.
Y luego el impacto que traza la ruta.
Disparar al aire
y esperar a que Dios muera
o preguntarse si todavía está vivo.
9
Y de pronto el eco regresa
con los hilos del aire
a tejer este canto.
¿Qué no oyen la voz que clama en el desierto?
Luis Fernando Rangel (Chihuahua, 1995):
Escritor y editor. Autor de Must be the season of the witch (Granuja, 2023), Cuando nuestros huesos sean fósiles (Ediciones del Olvido, 2023), Nombre de piedra (BAP, 2022), La marcha de las hormigas (NYPP, 2022) y Corridos de caballos (Medusa, 2021). Forma parte de Fósforo. Literatura en breve y Sangre ediciones. Ha ganado el Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press, el Premio Nacional de Poesía Germán List Arzubide, el Premio Estatal de Poesía Joven Rogelio Treviño y los Juegos Florales de Lagos de Moreno en el área de cuento.
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